me dejan esperando en una mesa
del viejo "Café California"
atestada de tazas, ceniceros
cuadernos, ausencias
Simplemente
no llegan a la cita
No quieren hacer más
que jugar a las escondidas
y brincar en los dinteles
de las casas más añosas
donde viven ancianas
rodeadas de gatos
siempre reacias
a devolver las pelotas
que los niños arrojan
a sus ante jardines
Son como muchachas
mirándose en el espejo
entre disconformes
y extasiadas
que luego salen corriendo
para trepar árboles
que nadie ha plantado
Todo invita a permanecer
en esa ambigua pulcritud
del silencio y la distancia
donde los acróbatas tristes
guardamos nuestros testamentos
guardamos nuestros testamentos
Parece que hoy
voy a necesitar un pañuelo
que tenga más de cuatro esquinas
para llorar y llorarme
para llorar y llorarte
Yo imagino que no hablas de ti. Las palabras fluyen dentro de ti y a tu alrededor, habitan en ti, poeta.
ResponderBorrarEs un poema grandioso, como tú.
Besosss
gracias Inma; pero tu cariño te impide ser objetivo
ResponderBorrarbesos
No creas, precisamente contigo llego a ser mucho más crítica.
ResponderBorrarEso es cierto; hay que reconocer que son muchxs lxs críticxs literararixs que mandan a los poetas a freír monos al África cuando no les parece algo.
ResponderBorrarbesos
Mauricio siempre he admirado tu poesía y expreso lo mismo que tu amiga a ti no te faltan palabras, nos enseñan a los que estamos empezando que no faltan las palabras, un beso
ResponderBorrarISA
El poeta de verdad,
ResponderBorrarel que la siente
latir dentro
como remolino
con voluntad de vomitar
huracanes,
siempre halla
la palabra justa,
la denodadamente buscada,
aunque sea en el fondo
de una taza vacía,
de un plato sin cuchara,
en el Café California,
o en la imagen arquetípica
y gastada,
de una diosa muda.