Salvarte del frío y del calor
de la prosa y del domingo
del calendario lleno de círculos
de las planillas de cálculo
Salvarte del recuerdo y la canela
de la tediosa certidumbre
de los supernumerarios de cuneta
de las puertas giratorias y los temblores grado 5 o más
Salvarte del estruendo y del helecho
de los mapas camineros
de la hipertensión arterial
y de los que no hacen antesala ni sobremesa
Salvarte de juntas y ceremonias
de parientes y vendedores de planes de telefonía móvil
de las cuentas claras que conservan la amistad
de la prudencia y sus gendarmes
Salvarte de la asepsia y el sofá con dentadura
de los autos que no fallan
de la puntualidad sin punta
de las respuestas que no están en el viento
Salvarte de los que no quieren que te salves
para salvarse ellos primero
Salvarte de los que quieren subirte a la cruz
porque les da alergia todo lo que florece
Salvarte de la nada y del todo
Salvarte con las uñas, con el intestino grueso
Salvarte de la palabra pero con la palabra
Incluso salvarte a balazos si fuera indispensable
Salvarte de mí
y salvarte de ti
Pero sobre todas las cosas
salvarte de salvarte
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